sábado, 17 de mayo de 2014

In memorian Gabo : El Pueblo de Esteban






Hace cuatro semanas se fue Gabo. Parece que se sigue yendo, con su liqui liqui y sus zapatos blancos de bailarín tropical. Lo veo.Lo vemos.
Es asombroso de qué manera, una persona que no conoces físicamente se convierte en un compañero de camino, a veces por lo que lees, a veces por lo que escuchas y siempre por lo que sientes; se convierte en parte de ti. Y de repente un día te ves sacudida por el llanto y  los sollozos frente a la pantalla del televisor que dice que ese ser tan maravillosamente carnal ya no está en este mundo y cuanto más lo ves más sollozas y más te duele porque como diría él mismo: “el ahogado se iba volviendo cada vez más Esteban”, hasta que lo lloras tanto que es “el hombre más desvalido de la tierra, el más manso, el más servicial, el pobre Esteban” Aunque en el caso de Gabo, yo no lo llamaría “pobre” porque estoy segura de que la gente lo amó, que la indiferencia le tocó muy de lejos, a lo mejor allá en algún iceberg de Groenlandia , y esto lo digo por ignorancia porque no he estado ahí. Y como todo artista sabe, lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia.
Era una niña cuando conocí la literatura de Gabo, y su increíble prosa  músical.  Me cautivó. A lo mejor ya intuía que para nombrar las cosas era más hermoso dar vueltas por el fondo del mar, por las copas de los árboles más altos, por el interior de la fruta más carnosa por la esfera celeste,  y a horcajadas entre las alas de una inmensa mariposa azul…o amarilla… porque así, lo que estaba delante de uno, se convertía en un prodigio y dejaba de ser una “cosa” para siempre.
He sido una de las privilegiadas que se atrevió y le puso voz sonora a muchos de sus cuentos, "versionados" por supuesto,  estoy segura de que él no hubiera firmado ninguna de mis versiones, pero también sé que soy una de sus cuenteras, y me reconozco parte de su feria errante.
De él y esa forma de contarlo todo, TODO, sin dejar ni un agujerito para sacar la boca y respirar como su desesperado náufrago. Para qué. Si ya los pulmones se iban llenando de aquella maravilla.No hacía falta más aire.
En el lenguaje de Gabo nada sonaba redundante (porque no lo era) aunque lo nombrara veintisiete veces en dos páginas, metáfora tras metáfora, siempre con referencia a lo terrenal a lo que puedas tocar a la memoria de las yemas de tus dedos, de tu piel. Como dijo Vargas Llosa que le dedicó un maravilloso ensayo “Historia de un deicidio” ,  él volvió a crear el mundo en Macondo.
Una cosa es cierta, su lectura me sorprendía y me hacía bailar de gozo y no solo por ella misma: hubo referencias suyas en todos los rincones de mi vida y  referencias  que me regalaban doble gozo.
La primera vez que hice un trabajo en escena en mi primer taller de teatro fue interpretar el texto de “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” que está en el libro “Ojos de Perro azul”. Una visión misteriosa, melancólica y sobrenatural, que me tuvo suspendida en el aire varios días, como a Remedios La bella.
Cuando estuvimos en Cali en el noventa y muchos, mi compa Magdalena Labarga y yo (en nuestro primer viaje a Colombia como nuestro entonces dúo Palique) fuimos casi de peregrinación musical al que fue durante muchos años uno de los estudios de grabación de la Billos  Caracas Boys (que era venezolana pero tenía sede en Cali como todo rumbero que se preciara en los setentas) y compré un cd para escuchar  por primera vez  una canción que decía  “Mariposas amarillas Mauricio Babilonia… mariposas amarillas que vuelan liberaaaaaaaadaas…”… La canción es de Daniel Camino y se llama “Los cien años de Macondo”. Aquí el link en la voz de Oscar Chávez.  .

 https://www.youtube.com/watch?v=mBfP4_c2rw8

Una delicia para rumbear, sobretodo la versión que escuché aquella vez; y una enternecedora letra para los forofos.
No era la primera vez que escuchaba a Gabo  cantado. Años atrás había descubierto, buscando en la obra de otro de mis amores: Rubén Blades, había encontrado su álbum “Agua de Luna”, El enorme Rubén Blades dedicó todo un álbum a los cuentos de Gabo. Desde Ojos de Perro azul hasta “Muerte constante más allá del amor” con la estupenda “Laura Farina”
Todas entrañables, todas comprometidas, poética y socialmente. Ese es Rubén. Aquí el link de Ojos de perro azul:

Mi primera referencia/reverencia fue en lo plástico. En los ochenta vi en Lima una exposición del artista ecuatoriano Gonzalo Endara Crow. Y allí estaban pintados sus huevos prehistóricos, su mundo abigarrado, su música, sus vuelos: campanas, enormes mazorcas de maíz de colores andinos, huevos de colores, trenes voladores, mariposas amarillas. Era el  mismo lenguaje que une magia, mito y realidad visible. Era realismo mágico, era Gabo.

Y hoy, a apenas unos días de su muerte, tengo la certeza absoluta de que nos dejó marcados y marcadas para siempre a aquellos que fuimos y siempre seremos parte de su feria errante, la que va lenta y acalorada pero constante, recorriendo los pueblos del desierto de la Guajira (que en este viaje  es todos los desiertos y todos los caminos, ella sí) partiendo de y llegando a Macondo, peregrinando tras sus pasos y sus vuelos, seguros de que ya no estamos completos, ni lo estaremos jamás, pero también de que nuestras casas serán a partir de ahora más hermosas y con los techos más altos y con los suelos más firmes y estarán pintadas de colores brillantes para eternizar su memoria y lo que ella significa para nosotr@s: placer, intensidad, hondura, palabra que se mastica y se saborea . Para nosotr@s que siempre seremos: el pueblo de Esteban.