martes, 23 de junio de 2020

Sábado en el hemisferio norte, a mis hermanas


Sábado en el hemisferio norte. Este hemisferio norte que ha sido durante tantos años mi cobijo y hoy es también prisión. Hoy sábado de junio, con el verano que hasta ayer asomaba y hoy, ha reventado en todas las ventanas, con ese amarillo luminoso, despiadado y bello como un amante cruel.
A la sombra de mi cielo raso, afanada en asuntos domésticos, preparo para nosotros dos, la cama que hace unos meses conseguimos para recibiros, mis pequeñas enormes hermanas.
Recuerdo aquellos días al tacto de las cosas que entonces eran nuevas. Aquel terrible noviembre en el que supimos con el cuerpo, ya sin remedio con nuestros cuerpos, que habíamos perdido a papá y que esa herida nos iba a sangrar toda la vida; y nos juntamos para sangrar juntas…algo que nunca ha espantado el dolor, pero que sí pudo atraer lo que siempre habíamos tenido: la risa, la carcajada que lleva a las lágrimas y ellas a la carcajada. Y así nos movíamos, desangradas y descarcajadas en nuestro ritual sanador, ese que nadie nos había enseñado. O tal vez sí, tal vez fuiste tú mamá “pequeña gran hermana”, con tu voz cantora de mi infancia, con tus brazos abrazos y tu regazo nido donde esconder un rato la lágrima indiscreta y necesaria. Mientras la hermana mayor, que nunca fui yo, impostora, sino la pequeña enorme, dulce, sabia, hermanita, oh capitana mi capitana, nos acogía a las dos. Y nosotras a ella. Y vosotras a mí y nosotras a ti.
No hubo jamás un héroe griego ni romano ni bárbaro ni inca ni peninsular, que tuviera unas honras tan largas, tan hondas, tan verdaderas, tan nuestras, ni unos corazones destrozados con tantas ganas de latir.
Ahora con corazones encendidos, no avistamos el momento de la piel. Nunca tres mujeres llegaron tan lejos con su abrazo.
Que lejos queda la normalidad, nueva o vieja, tanto da. Nada es normal en un mundo sin él. Y nada es normal en un mundo sin sus sueños de juventud: igualdad y amor para tod@s.
En este hemisferio hacemos amago (hacen) de ir hacia ese pasado que no volverá. Yo lo sé. Mucha, demasiada gente que ha perdido a los suyos, literalmente, porque desaparecieron en una camilla y no los volvieron a ver, no las volvieron a ver, lo saben muy bien.
Libaciones, cánticos, monumentos… no.
Risas, cuidados y palabras de amor. Eso que a tantos y tantas les faltó.
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Es domingo en las orejas de mi burro. De mi burro peruano en el Perú. Perdonen la tristeza,