martes, 28 de junio de 2011

Políticas culturales

Durante estos días, narradores y narradoras estamos alborotados. Con toda la razón del mundo. Una convocatoria del Ayuntamiento de Madrid para la privatización de la gestión de las sesiones de narración oral en las Bibliotecas Públicas Municipales nos ha revuelto. Nos ha revuelto las tripas, por ejemplo, por lo que tiene de insulto a nuestra profesión, una de las que tiene cachés más bajos en el mundo de la cultura, y que ahora lo tendría aun más. Para saber de qué hablo, mira aquí.
Eso es lo que se llama externalizar servicios. Las empresas privadas, para reducir costes, externalizan servicios que no tienen que ver con la tarea, el objetivo, la razón de ser de la empresa. Así que se suelen externalizar, por ejemplo, los servicios de limpieza o seguridad. ¿Cómo es posible que el Área de Gobierno de Artes o la Dirección General de Archivos, Museos y Bibliotecas considere las actividades culturales que se realizan en las bibliotecas como servicios que se pueden externalizar? Los clubes de lectura, las sesiones de narración oral de cuentos, son actividades de animación a la lectura. Si las bibliotecas son algo más que almacenes de libros, estas actividades son parte fundamental del trabajo que se debe realizar en ellas para que sus fondos se usen. Sería como si para reducir gastos en el Real se externalizara la contratación de los cantantes y se pagara de modo que finalmente un grupo de animadores socioculturales con buen oído y algo de formación musical cantara.  Pero a lo mejor para mucha gente de la administración las bibliotecas son solo almacenes de libros. Y poco importa si se usan o no. Está claro que su modelo no es el de una biblioteca como un lugar de cultura y dinamización cultural, sino algo más parecido a un videoclub, una especie de lugar de alquiler de libros. Y si finalmente el préstamo de pago en bibliotecas se hace realidad, el modelo de funcionamiento será, desde luego, el de un video club.
Ocurre, además, que las actividades culturales de las bibliotecas son gratuitas. Cualquiera puede tener acceso a ellas. Y a eso se llama democratización de la cultura ¿no? Cuando las cosas cambian del modo como están cambiando, no es sólo que bajen los cachés, sino que se cambia un modelo de política cultural por otro. Apuesto a que no habrá rebajas de los cachés en los grandes eventos, esos que no son gratuitos. O en los eventos que se realizan puntualmente y son muy visibles, de relumbrón, como La Noche en Blanco o La Noche de los Libros. Se sustituye una labor semanal, cotidiana, que apenas tiene publicidad, por media docena de eventos gratuitos al año muy publicitados. Se quita presupuesto en espectáculos de pequeño formato a los que cualquiera puede tener acceso, y se mantiene o se aumenta el presupuesto de los grandes espectáculos de pago.
No es solo un problema de reducción de cachés. Echándole un poco de imaginación, si queremos seguir viviendo de nuestro trabajo artístico la solución será dejar de contar en bibliotecas. Pero sería una pena. Porque las bibliotecas son un espacio democrático de cultura. O lo eran. La política no es solo economía y no es verdad que la externalización de estos servicios y la reducción de los cachés beneficie a los ciudadanos. El modelo de política cultural implícito en estos cambios es más clasista que el anterior y reconoce el derecho a la cultura solo a quien pueda pagarlo. Ciudadanos y ciudadanas, no sólo profesionales de la narración oral, tenemos algo que decir frente a esto.
Otros compañeros han reflexionado acerca de esta situación, aquí están, si te apatece leerlos: Légolas, Pep Bruno, Carles García
Magda

martes, 7 de junio de 2011

Oir un cuadro

Lo que dirige el relato no es la voz: es el oído.
dice Calvino en "Las ciudades invisibles". En fin, que tanto darle vueltas a la escucha y Calvino con una sola frase lo dice todo.
Pues eso.
Por una extraña asociación de ideas, cuando pienso "¿qué imagen le podría poner a esto que acabo de anotar?", me viene a la memoria un cuadro de Chardin.
Este:
Realmente no sé por qué. Lo ví en el Prado. Tampoco sé por qué me gustó como lo hizo.
Hay misterio, el rastro de alguien, silencio. El rojo de las fresas es hermosísimo. Pero ninguna de estas cosas me explica del todo lo que sentí. Tal vez que la frase de Calvino ponga el acento en la relación y yo sientiera claramente afecto, casi como un golpe, un golpe de afecto, cuando ví el cuadro, conectan frase y pintura. En las dos, la relación lo es todo. Y entonces se me ocurre que escucho el silencio de esta pintura y que este silencio me acoje, me escucha, y que la hospitalidad de la que he estado hablando tal vez esté también en estas fresas, en este rojo, en este cuadro que me emociona.
                                                          Magda