domingo, 8 de mayo de 2011

Sobre la hospitalidad de la escucha

Vuelvo a encontrarme con reflexiones sobre la hospitalidad que no me remiten al mundo de los buenos sentimientos sino a mi oficio de contadora de historias. Trasteando en el ordenador entré en una página donde había traducciones de textos de Jasques Derrida, un filósofo que no he leído -y que desde hoy tengo como tarea-, y apareció la hospitalidad cuando se refería a Lévinas (otro filósofo, otra tarea. Cómo se acumula el trabajo):
"el lenguaje, es decir, la referencia al otro, es en esencia amistad y hospitalidad"
y más adelante:
"Desde el momento en que estoy en relación con el rostro del otro, en que hablo al otro y en que escucho al otro, la dimensión del respeto está abierta. Después resulta preciso, naturalmente, hacer que la ética esté en consonancia con esa situación y que resista todas las violencias que consisten en reprimir el rostro, en ignorar el rostro o en reducir el respeto."
Extraje estas frases en una lectura superficial, de estas que se hacen a vuelo de pájaro, y me han hecho pensar. Berger dice que los relatos ofrecen hospitalidad al oyente. Es verdad. Pero ¿qué me sucede cuando me pongo frente al público y tomo la palabra? Me he recordado contando, y he recordado que en los momentos de mayor placer, que son esos en los que la comunicación con el público es fluida, es un puro presente en el que navego, me he sentido acogida en la mirada del otro, en su escucha. Toco una puerta, y la puerta se abre, (o no). Si la puerta se abre y entro sucede, más allá de la historia que cuente, lo que para mí es la esencia del arte de contar. Creo que hay algo más. Cuando el otro abre su puerta también llama a la mía. Y yo tengo que abrirla a mi vez, tengo que responder a esa llamada. Estoy en relación con el rostro del otro, y el otro en relación con el mío, y en esa relación se mueve, claro, la historia que cuento, la excusa para que yo tome la palabra. Porque lo que da sentido a contar, es la hospitalidad de la escucha. Ser acogida por eso tan frágil y efímero que sucede (cuando sucede). Y que es mi responsabilidad mantener, y aun más, darle hondura.
Respetar la escucha del otro. No violentar la relación que se establece entre los rostros. Me parece hermoso que haya un componente ético en la escucha, en mi escucha, que se abre hacia quien me acoge. Sé que me siento viva cuando cuento historias. Y sé que la intensidad de esa sensación se la debo en gran medida a esta hospitalidad de la que trato de hablar, sobre la que me gustaría pensar más, porque sospecho que el secreto de nuestro oficio, de su pervivencia y su resistencia, está ahí, en la fragilidad y la belleza de la relación que se crea entre quien habla y quien escucha.  En la hospitalidad de la escucha.
            "Tomar la palabra: ¿cual es su sentido?
            Es el enunciado mismo. Es la escucha.”
                           Tahar ben Jelloun, Harruda

Magda





No hay comentarios:

Publicar un comentario