Hay una foto de hace muchos años que me encanta. Es esta:
Lo que me interesa de la foto son los rostros. Lo que cuentan. Esta es una foto de
lo que pasa cuando se escucha. Y lo que pasa
es que pasan cosas, muchas cosas. Cada rostro habla: uno parece
particularmente iluminado, la sonrisa expresa sorpresa, placer, algo de
abandono infantil; otro es relajado y abierto; en otro hay una sonrisa tímida. Hay algunos serios, abiertos no obstante a lo que sucede, no hay rechazo en ninguno.
(Uf, menos mal). Hay confianza. Hay expectación. Se ve que escuchar
es una acción que produce emociones y pensamientos. Que mueve. No
es algo pasivo. Quien escucha responde siempre. Una respuesta que no está hecha
necesariamente de palabras, pero que incita, espolea, anima, a quien habla. El público de quien cuenta historias son caras que miran. Miradas,
emociones que te golpean casi físicamente, silencios de extraña cualidad.
Habría mucho que hablar sobre ese silencio atento y abierto que a veces tememos.
Habla de la calidad de nuestra escucha, la de quien narra. Aprender a escuchar
no es sólo una tarea del público. De hecho, es una tarea ineludible de quien cuenta.
Sin la capacidad de escuchar y responder a eso no hay narración oral.
¿Qué es responder a la escucha? No, desde luego, dar siempre lo que se espera,
o ponerlo fácil. Es saber lo que sucede y tomar decisiones respecto a eso.
Decisiones (a veces incluso equivocadas) que son respuesta, no que repiten un
patrón o receta preestablecido.
Cuando hablo de la hospitalidad de la escucha, éste es el
punto de partida. Un vínculo momentáneo entre quien habla y el público interlocutor.
Es curioso hablar del oficio partiendo de una foto. Con una “prueba documental” que otras personas pueden mirar para comprobar lo que afirmo o darle otro significado. Un instante detenido de un oficio que es puro devenir. Un objeto que muestra (que lo intenta, que realmente no puede mostrar) algo que no se ve.
Es curioso hablar del oficio partiendo de una foto. Con una “prueba documental” que otras personas pueden mirar para comprobar lo que afirmo o darle otro significado. Un instante detenido de un oficio que es puro devenir. Un objeto que muestra (que lo intenta, que realmente no puede mostrar) algo que no se ve.
Es tan frágil lo que hacemos, está tan escondido, es tan
tiempo que pasa, relación, que no lo puede atrapar la foto. Ni siquiera una
grabación. La grabación, incluso una audiovisual, guarda el cuento, pero no lo
que sucede. Es solo una huella de lo que pasó. Un rastro de nuestra escritura
en el aire.
La huella de un acercamiento.
Lo que hacemos está hecho de lo que somos: tiempo que pasa, cuerpos que se mueven, se acercan, se tocan, se alejan.
La huella de un acercamiento.
Lo que hacemos está hecho de lo que somos: tiempo que pasa, cuerpos que se mueven, se acercan, se tocan, se alejan.
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