Allá que nos fuimos para el Viernes de los Cuentos que nos supo a miel de la buena ( de la de la Alcarria ) y ya caimos por la bellísima Biblioteca de Guadalajara, con Edu de anfitriona y terminamos en El Espinar, en esos pueblos de la Arquitectura Negra, con su gente estupenda y su paisaje encantador. Para colmo de bienes nos tocaron días de sol brillante,y por supuesto anfitriones de lujo por todas partes. ¡Gracias!
"Los primeros que inventaron, que dieron su nombre a las constelaciones eran contadores de cuentos...el imaginar las constelaciones no modificó las estrellas, ni tampoco el negro vacío que las rodeaba, lo que cambió fue el modo de ver el cielo nocturno." John Berger
sábado, 22 de enero de 2011
sábado, 20 de noviembre de 2010
Tiempos de Ruido
“Saber estar quieto en el tiempo de uno, aun sin dejar de mirar en torno. Los pies quietos en el tiempo, cada cual en el terreno de lo suyo, sin bailar, siéndole fiel, aunque la cabeza gire y de vueltas” Carmen Martín Gaite
Voy bajando por la calle Atocha envuelta en las tres o cuatro capas con las que me abrigo siempre que hay la más ligera amenaza de frío, pero también voy acalorada, porque el sol parece habérsenos instalado para rato en la ciudad, y de pronto…¡Suácate! Una hoja de otoño se descuelga y cae balanceándose sobre mí. Dorada como ha de venir el otoño, aspera de adios al verano. Cae como un saludito, como una reverencia. Así se me presentó el otoño fuera de los calendarios, hace ya un par de semanas.
¡Pero he comenzado hablando del tiempo! Vaya trampas tiene el pensamiento. Quizás es que simplemente tenía que decirlo. Eso de que a mí el otoño se me apareció en privado. Agradecida que es una.
Lo que pasa es que así, como hoja que cae, se me descolgó de algún árbol de palabras la expresión “tiempos de ruido”. Pero esta sí cae porque alguien le lanzó una piedrecita distraída…y ese fue Nicolás Buenaventura.

Pensar implica conversarte y hacerte caso, oírte, contarte cosas. Pero claro, también es “no hacer nada” en el sentido de que dedicarte a pensar, realmente implica concentrarte y parar. Detenerse. Apagar un rato la máquina de correr y ponerse a mirar por la ventana cómo los árboles del parque tienen hoy esos tonos dorados tan increíbles.
Haciendo una especie de zoom auditivo, recuerdo que mientras Nico contaba, en ese apartado tan apañadito que tiene La Rochela, venían sonidos del otro lado del local. Sonidos típicos de bar. Sonidos que retaban la voz del narrador y la atención del público: ruido.
Al principio fue inevitable escuchar las peripecias de los seres que comieron flores amarillas y los que comieron frutos rojos, con una banda sonora de fondo del bar, a pesar del delicioso instrumento musical que usaba Nicolás para hacer discutir a sus personajes y cuyo nombre jamás soy capaz de recordar; pero poquito a poquito, ese ruido “de allá” fue desapareciendo.
Nicolás nos llevó consigo a uno de sus particulares viajes poblados de esos paisajes puros, en los que distingues nítidamente los colores lustrosos de las frutas y los pájaros sobre los ocres de la tierra, los verdes de la selva y los azules del mar. Y una vez allí ya nada nos podía perturbar, salvo cuando él mismo nos depositara con cuidadito otra vez en esas mesas con nuestras caras de ¿y qué más? Y nos viera emerger torpemente, como de un sueño, de ese estado de tiempo detenido, de no-tiempo, con su sonrisota de placer.
Ese estado de no-tiempo, de pausa, que necesitamos para pensar. Ese no-tiempo está en las historias, en la escucha del relato, en la habilidad del narrador para llevarnos de la mano hacia el mundo que él o ella nos está pintando. Y esta noche he estado allí, en el no tiempo y en el mundo de Nicolás.
Salgo a la noche fría de Malasaña y camino. Camino hacia el metro con las imágenes todavía bailando en mi cabeza y recuerdo la conversación del principio que ha quedado resonando en mí: “Es sobre el pensamiento. Ya nadie quiere pensar”
Y me pongo a pensar que me gustaría contarle esto a alguien.
Marissa
miércoles, 20 de octubre de 2010
Lejos

Ya se ha publicado Lejos. Editan Anaya y Ediciones Autor. El martes 26 de octubre se presenta en sociedad en Valencia, dentro de la feria de teatro para niños y niñas Contaria. Las ilustraciones son de Ignasi Blanch. Es muy curioso ver cómo otra persona imagina los personajes que hasta ese momento sólo existían en mi imaginación. Nunca se parecen, es lógico, haría falta ser telépata para eso. Pero por ahora, en mi cortísima experiencia como autora, siempre ha habido maravillosas coincidencias, o increíbles hallazgos. Por ejemplo, en Berta, con ilustraciones de Ximena Maier, la imagen de la niña protagonista haciendo pis sobre el water me encanta. Y me consta que por lo menos a una niña que conozco, también. Su madre ya la ha sorprendido varias veces en la postura en cuestión. En Paloluz, ilustrado por Alekos, fue la imagen de Tim y Aristóteles en el mar. Para mí, tiene algo de vitral. La imagen de los niños tumbados en la hierba es la que reseño de Lejos. Es muy sencilla, pero me parece expresiva. La completo mentalmente, los hago hablar y de repente voy poco a poco al escenario, donde me gustaría ver a mis personajes moverse y sentir, escuchar sus voces, algún día.
Magda
lunes, 4 de octubre de 2010
Creo que cuando se dirige un espectáculo de narración oral básicamente haces eso: acompañar. Acompañas en el proceso, lo facilitas, ayudas en el parto. Si, como es el caso, en los dos espectáculos se mezclan otras artes escénicas, el acompañamiento también incluye ordenar un poquito las cosas, "dirigir el tráfico". Qué significa acompañar es algo en cada caso diferente, y que a menudo se descubre haciendo. En el María Moliner encuentro esto: Es una de las distintas palabras derivadas del latín vulgar "companio, -onis" y "compania" , los cuales proceden de "panis, -nis", PAN, con el significado de comer pan juntos. Encuentro también dos acepciones que me gustan: Compartir. Tomar parte. Participar en un sentimiento o alegría de otro; y Tocar para que un cantante o solista ejecuten su parte. Cualquiera de estas definiciones me hacen pensar: comer el pan juntos y participar en la alegría de otro me lleva a imágenes de fiesta y celebración, de cena en mesa grande, bien conversada, con buena comida, buena bebida, buenos amigos. Pienso que esto es una bonita manera de ver una función de cuentos. Me viene a la cabeza un espectáculo de Teatro delle Ariette, "Teatro da Mangiare?" en el que los actores nos daban de comer alimentos que habían cultivado y cocinado. Hubo en esa función encuentro y celebración, dos cosas hermosas. Ir al encuentro del público, de una historia. Celebrar, participar en un ritual o una fiesta, jugar juntos, salir del tiempo cotidiano, entrar en otro, un tiempo sin tiempo. ¿Se podrá ver así también no sólo un espectáculo sino su preparación?
En estos días, tanto en "Antonio Meucci: El cable del destino" como en "Noticias de la Isla", he estado tocando mi parte para que mis solistas puedan ejecutar la suya. Y me gustaría creer que en medio del esfuerzo, del trabajo, hemos compartido pan y alegría. Tendré que pensar más en todo esto, en lo que significa dirigir, ese oficio sobrevalorado, y en lo que significa ser una buena dama de compañía.
Magda
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